Microcuentos

Leonor Bravo

La vieja abuela, en lo alto de la montaña, lloró todos los ríos del planeta. Su canto llegó hasta un mar vacío que sollozó de placer.

El agua tiene silencios y sonidos, lo saben las piedras entre las que salta y la hierba de las orillas. Su mejor canción la guarda para el mar.

El agua se desmaya en el río al que ya no conoce y que hace mucho dejó de ser el camino conocido. ¿Qué le espera en el mar? ¿Podrá llegar?

El agua del río incumple su mandato y se detiene para charlar con la luna, quiere saber los secretos del espacio y bañarse en su pálida luz.

El agua corre en círculos persiguiéndose a sí misma en los remolinos. El viento interrumpe el juego y pide ser aceptado en la carrera.

El río anuncia su llegada. Los delfines se acercan a saborear las últimas gotas dulces que quedan en el aire y a escuchar cuentos del bosque.

El río llega al mar y se sumerge gustoso en ese placer de sal. Las gaviotas testigos del encuentro, aspiran el perfume de montaña que trae.

El río añora el frío aroma de la montaña; su anhelo convertido en aire asciende presuroso hacia las nubes para lloverse en el blanco glaciar.

Los peces salieron a conversar con la luna. El mar y el cielo se vistieron de plata. El viento se detuvo, necesitaban quietud y silencio.

La sirena sintió el silencio en su piel. Con su violín de madreperla y coral creó el canto. Desde ese día susurra el mar y trina el viento

Las olas, livianas esa noche, dejaron a sirenas y delfines galopar sobre su lomo.

Las ballenas cantaron. La Tierra se sintió nueva otra vez.

La luna se baña en el mar y las olas se elevan en puntillas para cubrirla. Las sirenas embelesadas cantan canciones de amor a los delfines.

Cubiertas por la luna las ballenas juegan a quererse en un agua que duerme la siesta nocturna. Sus apasionados cantos endulzan la salada mar.

El mar conversa con las estrellas sobre el hondo azul del cosmos y el color de las galaxias. Su alma viajera suspira, quisiera volver a ellas.

Sirenas y piratas celebran el cumpleaños del mar. No saben el número de siglos que tiene pero él sigue joven, eso lo saben tiburones y sardinas.

El mar saluda al acantilado con un abrazo de espuma. Las grises rocas se ablandan por un instante. Las sirenas le cantan a su ruda amistad.

El sol juega con el mar con sus delgados dedos de luz. Las olas se desatan las trenzas y su cabello de agua aletea entre las chispas de fuego.

El río mira a su luna que estrena atuendo nuevo. Se ha vestido de clavel para su cita con el sol. Las ranas cantan flamenco para acompañarlos.

Hoy día el agua no canta ni hace ruido. Lastimada deja sus altas tierras cubierta de negro hollín. En el mar la esperan otros ríos heridos.

El silencio del agua asusta a los pájaros. Ya no salpica, ni brinca, ni hace remolinos. Las estrellas no se reconocen en ese espejo turbio.

El mar canta o ruge de playa en playa según el ánimo que tenga. Ayer llegó a mi casa en una caracola. Ahora conversa entre mis manos.

La noche ve pasar a la luna frente a sus ojos dejando un rastro de plata en todo lo que toca. El mar suspira y gime una canción en su honor.

La botella que trae el mensaje titubea pero busca un hogar ¿Qué playa o qué ser recibirá sus letras? Solo silencio, el mar es su cautiverio.

El hombre podía respirar bajo el mar, pero nunca fue al mar. Los peces se El mar, geografía de agua y sueños.